Este 7 de abril se conmemoró un nuevo Día de la Educación Rural, con el epicentro de las celebraciones en la ciudad de Castro, capital de Chiloé, donde se inauguró el primer monumento público del país en homenaje a las profesoras y profesores rurales de todo Chile.
La fecha sirvió, como todos los años, para valorar y reconocer el aporte que hacen las maestras y maestros que se desempeñan en todos los rincones del país y que educan a niñas, niños y adolescentes en los más diversos contextos, que no son otra cosa que el reflejo de la variedad de realidades que existen en nuestro Chile.
Por supuesto, en la efeméride también se recordaron las demandas y luchas del profesorado rural, que van desde la exigencia de recursos hasta la decisión política del Estado de mantener y potenciar las escuelas rurales, que en muchas partes se han abandonado y dejado morir.
Pero este año 2022 el Día de la Educación Rural se dio en un contexto particular, el contexto de la vuelta a clases presenciales y la verdadera pandemia de violencia que azota a las escuelas a nivel nacional.
En ese marco, la educación rural cobra más importancia aún, porque sus características no la hacen un objeto del pasado en extinción, sino que un faro al cual mirar y de donde sacar lecciones para la educación de todo Chile. Como todo patrimonio cultural, su mayor relevancia no está en lo que nos recuerda del pasado, sino en lo que nos ilumina hacia el futuro.
Vamos viendo. En primer lugar, en la educación rural se da una fortísima autonomía y capacidad de decisión por parte de los docentes. Las maestras y maestros que ejercen en las escuelas rurales muchas veces componen pequeños grupos de educadores o, incluso, son el único profesor de todo el establecimiento. Aquella realidad les permite tomar decisiones efectivas sobre su propia escuela e incidir directamente en lo que sucede en el establecimiento.
Así, al contrario de lo que podría pensarse, las escuelas rurales tienen una altísima capacidad de respuesta ante la contingencia, puesto que están habilitadas para el cambio y reaccionan en la marcha ante imprevistos. Todo eso dista mucho de la realidad de los establecimientos urbanos masivos, donde las profesoras y profesores se ven aprisionados en un cúmulo de labores administrativas que pretenden dirigir desde afuera y desde una supuesta expertise técnica la labor en la cual las y los docentes son los verdaderos especialistas.
En la ciudad hay más internet y escuelas más grandes, pero mucha menor capacidad de parte de las profesoras y profesores de ejercer su rol pedagógico como los profesionales de la educación que efectivamente son.
En segundo lugar, las escuelas rurales tienen un fortísimo vínculo con las comunidades en las que están insertas. Aquello se da no solo porque los establecimientos rurales estén ubicados en pequeños pueblos -porque de hecho hay escuelas que no tienen casa vecinas- sino porque en la ruralidad impera una lógica donde los colegios son un eje articulador de la comunidad, lo que hace que no solo se utilicen para labores educativas, sino que de reunión, actividades deportivas e incluso como hub de conectividad en las que tienen internet.
Ese vínculo cercano con las comunidades hace que las escuelas rurales sean espacios más participativos, receptivos a la realidad de sus estudiantes y familias, y donde impera una valoración social de sus profesoras y profesores mucho mayor que en las áreas urbanas.
Y en tercer lugar, en las escuelas rurales se vive desde hace años una educación intercultural, pues el currículum educativo nacional que rige en todo el país es adaptado de manera pertinente al contexto donde se desarrolla en concreto la pedagogía, gracias al vínculo efectivo de la escuela con su comunidad y la capacidad real de las profesoras y profesores de tomar decisiones. Así, las escuelas rurales no solo son un espacio donde se entrega educación a las y los estudiantes, sino donde se genera un círculo virtuoso de diálogo con sus comunidades.
Esos tres elementos, de entre muchos más que se pueden rescatar de la Educación Rural, son elementos a observar y valorar para el conjunto de la educación en nuestro país. Una escuela con profesores empoderados, una escuela con vínculo con su comunidad y una escuela intercultural, es una escuela de y con futuro, que nos sirve a todo el país. Eso es lo que podemos aprender de la Educación Rural hoy. Y con ese aprendizaje construir un mejor mañana.
Columna de opinión semanal en Bio Bio de Carlos Díaz Marchant, Profesor y Doctor en Educación, Presidente del Colegio de Profesoras y Profesores de Chile.
Publicada originalmente en: https://www.biobiochile.cl/noticias/opinion/tu-voz/2022/04/08/educacion-rural-un-futuro-al-que-mirar.shtml
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