Fue hace 100 años, un 19 de septiembre de 1921, que Paulo Freire llegó al mundo. Quizás su infancia en Pernambuco, nordeste de Brasil, marcó su historia, pues fue en esas mismas tierras áridas y agrestes donde el famoso «cangaceiro» brasileño, Virgulino Lampião, lucho contra los «fazendeiros» explotadores y en la que también, el «Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra Brasil – MST» fortaleció su contienda nacional por una Reforma Agraria.
Hoy, ad portas de una Nueva Constitución Política para Chile, el Magisterio conmemora el legado de Paulo Freire como símbolo de construcción de una nueva sociedad. Es que el pedagogo y filosofo marcó un precedente para todos aquellos educadores que consideran que la educación debería convertirse en cada país en un proceso político, donde la construcción del conocimiento, desde las diferentes realidades que afectan tanto al aprendiz como al maestro, sea un elemento liberador y emancipador.
Así Freire en 1962, siendo director del Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Recife, aplicó de manera significativa sus teorías cuando se les enseñó a leer y escribir a 300 trabajadores de plantíos de caña de azúcar en tan solo 45 días. En respuesta a estos buenos resultados, el gobierno brasileño aprobó la creación de miles de círculos culturales en todo el país.
Cinco años después, justamente en Chile, comienza a trabajar para el Movimiento de Reforma Agraria de la Democracia Cristiana y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Es entonces que, lejos de su Brasil natal, publica dos obras connotadas: «La educación como práctica de la libertad» y «Pedagogía del oprimido», en las que plantea la dicotomía entre “una educación para la domesticación alienada y una educación para la libertad”, es decir, “educación para el hombre-objeto o educación para el hombre-sujeto”.
Bajo esa mirada, para el presidente nacional del Magisterio, Carlos Díaz Marchant, el paso de Paulo Freire por Chile abrió para los docentes una nueva mirada al posicionar a la educación como un elemento liberador e integral y, por ende, ser conscientes de que el opresor la puede utilizar para dominar, domesticar y oprimir. En ese contexto, agregó Díaz Marchant, cuando actualmente se está elaborando una Nueva Constitución para Chile, es importante recordar este legado y seguir incidiendo en el proceso como profesoras y profesores, pues como lo dijo Freire: “Si nada queda de estas páginas, esperamos que por lo menos algo permanezca: nuestra confianza en el pueblo. Nuestra fe en los hombres y en la creación de un mundo en el que sea menos difícil amar”.
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