Marcelo Castillo Duvauchelle, Profesor de Educación General Básica
Hace unos días atrás se me preguntó:
¿Vas a participar en la MARCHA DE LA DECENCIA, para ir al Congreso a protestar por el mal proyecto de ley NEP?, de golpe se me vinieron imágenes de situaciones de indecencia, corrupción, mercantilización, estandarización, precarización, reducción de la educación pública … entonces me dije: “vaya, todo eso está a mi alrededor y está contra mi esperanza(1), mi fe en el futuro; advierto que todo eso me contamina, te contamina, nos contamina”.
Ante aquella pregunta pude responder ¿Para qué, qué vamos a lograr?, pero no, preferí auto interrogarme: ¿Tiene sentido rebelarse contra la indecencia caminando desde Santiago a Valparaíso?, ¿En esta sociedad tan práctica, tan pragmática(2) donde la palabra decencia está en desuso, puede esta acción ser un fin en sí mismo?. Recibir a diario indecencia de distintos lados ¿Justifica que devuelva al mundo lo mismo?, ¿Justifica que todo esa polución en el paisaje constituya mi visión de la realidad, es decir “lo que veo” lo vea como la realidad misma?, como docente que se moviliza también me interrogo, ¿Qué diferencias hay entre movilizarse por reivindicaciones entendidas como una lista de supermercado y reivindicaciones entendidas como llamados de ciertos valores o principios que compartimos?
Tras el íntimo ejercicio de meditar estas cosas, llegué a la conclusión de que no quiero ruidos de contradicción en mi vida, no quiero sentirme víctima de este tiempo y espacio, no quiero bajar o ser bajado a zonas profundas, sino subir a zonas altas, inspiradoras, decentes, con sustrato ético. Si mis convicciones están en el lado de la decencia y la coherencia, entonces me hace bien el diario intento de ser consecuente con tales convicciones, fue así como…
Terminó la épica caminata y yo terminé físicamente súper agotado de caminar durante 3 días, pero anímica y espiritualmente feliz de experimentar la buena vibra, la fuerza y convicción de decenas de educador@s caminantes de distintas zonas de Chile, peregrinando juntos por la ruta 68 … feliz de los nuevos vientos que soplan en el Colegio de Profesores, lo digo como profesor colegiado y también como ciudadano que tiene expectativas de cambios profundos en la educación pública, en nuestro país y sobre todo en la educación que reciben las nuevas generaciones.
Si bien hay leyes cocinadas a espaldas del profesorado y los estudiantes, instaladas y por instalar, como lo son ley de Inclusión, Carrera Docente o el proyecto de ley NEP, después de lo vivido estos días 22, 23 y 24 de agosto (que quedarán atesorados en la historia del gremio), creo que esas nocivas leyes tienen escritas por ahí en una página de los tiempos que vienen, una fecha de vencimiento. Con el protagonismo de l@s docentes y actores involucrados, más temprano que tarde serán reemplazadas por leyes decentes y la nueva educación, humana, integral, transformadora, emancipadora, dará aquel anhelado salto evolutivo desde la utopía a la realidad nuestra de cada día, que así sea.
1 “Prescindir de la esperanza en la lucha por mejorar el mundo, como si la lucha pudiera reducirse exclusivamente a actos calculados, a la pura cientificidad, es frívola ilusión. Prescindir de la esperanza que se funda no sólo en la verdad sino en la calidad ética de la lucha es negarle uno de sus soportes fundamentales”.
Paulo Freire, pág 25, Pedagogía de la esperanza
un reencuentro con la pedagogía del oprimido
2 Los cínicos pragmáticos, resultaron ser nietos vergonzantes de aquellos esforzados constructores de “conciencias desdichadas”, e hijos de quienes denunciaron a las ideologías como “enmascaramientos” de la realidad. Por ello, en todo pragmatismo quedó la huella del absolutismo de familia. Y así se les escuchó decir: “Hay que atenerse a la realidad y no a teorías”. Pero esto les trajo innumerables dificultades cuando emergieron corrientes irracionales que a su vez afirmaron: “Hay que atenerse a nuestra realidad y no a teorías”.
Silo, pág. 63, Humanizar la tierra, VIII Las ideologías
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